Año 1, nro. 1
DEBATE
Un tema de discusión
en las agrupaciones de origen metropolitano
EL SIKU Y LA MUJER
Cristina Paucar Coronado*
El diálogo musical de la zampoña en dos jovencitas sikuris.
La inclusión de la mujer como ejecutante en las agrupaciones de sikuris
en el contexto urbano limeño ha estado por mucho tiempo en cuestión, pese a que
la mayoría tienen una conformación mixta.
Esta discusión surgió en el afán de aquellas
agrupaciones por caracterizar y emular a los sikuris de origen puneño
tradicional en los cuales la figura femenina está ausente. Lo contradictorio
del discurso, que pretendía excluir a la
mujer como ejecutante del siku, fue que
se produjo después de haberla admitido como integrante y en otros casos
simplemente no se la admitió como tal. Ante ello, se trató de resaltar su
importancia desde otras actividades
relacionadas a los grupos, pero no tocando.
Con el paso de los años esta discusión ha menguado.
La mujer ha ido posicionándose de espacios antes negados para ella, en un
principio con mucha dificultad, pero ahora ya con naturalidad y mayor aceptación.
Sikuris Metropolitanos
En la
Casona de San Marcos se fundó en el año 1977 la primera
agrupación de sikuris no puneños en Lima. Estuvo conformada por universitarios,
de los cuales dos eran mujeres: Orfa Domínguez y Elsa Kanashiro quienes junto a
Gerardo Ticona, portero de la
Casona , iniciaron su trabajo musical.
En aquella oportunidad fueron integradas con
naturalidad; pues su profesor y fundador, el puneño Vicente Mamani, nunca
mostró algún prejuicio al hecho de que ellas fueran mujeres. Estaba claro que
el contexto en que se estaba desarrollando esta actividad era muy diferente a
su lugar de origen.
Esta agrupación sanmarquina se presentó por primera
vez en el auditorio de la
Concha Acústica del Campo de Marte un 3 de julio de 1977 y
entre sus participantes se encontraban las dos integrantes ya mencionadas. Años
después, el Conjunto de Zampoñas de San Marcos (CZSM) tendrá un trabajo artístico en las
expresiones de sikuri y sikumoreno, siempre con integrantes hombres y mujeres.
Asimismo, la agrupación Kunanmanta Zampoñas (1981),
quien ya había iniciado su práctica en el siku paralelamente al CZSM, adquiere
una identidad propia en su trabajo musical, no relacionada a ninguna
institución en particular y asumiendo a la mujer como zampoñista de manera
abierta y sin prejuicio. Lo que significó para ellos la sorna y el
cuestionamiento de otros que no lo creían válido. Sin duda, Kunanmanta ha sido
la agrupación más antigua que mejor aceptó la participación de la mujer en un
grupo mixto.
Entre otras agrupaciones iniciales, cabe resaltar a
la Asociación
Cultural Illariq (1984) quien desde su fundación contó con la participación activa de mujeres
como ejecutantes del siku, siendo elegida su primera guía a finales de los 80 y
entre estos liderazgos femeninos importantes se encuentra el de Mirna Castillo
como Secretaria General, quien en el año 1991 participó tocando la tarola en la Zampoñada 10 de Octubre
de Yunguyo.
El mismo año hace
su aparición la agrupación Qhantati Markamasi (1984), quienes a
diferencia de los demás grupos, las integrantes vestían un atuendo femenino.
Después se formarían mucho más agrupaciones,
algunas mixtas y otras no.
Durante los años 70 y parte de los 80 se desarrolló
un movimiento muy importante de revaloración del mundo andino, el cual
correspondía a una propuesta política que tenía dentro de sus necesidades
fundamentar un imaginario alternativo de
sociedad. Para los sikuris metropolitanos la consecuencia más importante se
reflejó en un desvió radical del sencillo deseo de aprender y ejecutar el siku.
Es en este contexto que surge la disyuntiva de si
la mujer debe o no tocar el siku, pues
entre esa “revalorización” y “reivindicación” del mundo andino se intentaba
copiar sus expresiones musicales de la manera más cercana a la versión original.
Hay una afirmación muy difundida y tomada por
cierta, la cual ha sido usada para persuadir a la mujer de que su papel es el
de bailar: “En Puno el hombre toca y la mujer baila”. Se apelaba a muestras
contemporáneas en las que por afanes estéticos y más afines al espectáculo, se
colocaba a mujeres vestidas a la usanza de la mujer aymara joven (imillas),
desplazándose alrededor de la tropa y sirviendo como marco colorido en los
concursos y presentaciones en escenarios urbanos. Pero si se trata de emular la
tradición, nada más lejos de la verdad. Al interior de las comunidades o ayllus
aymaras, los sikuris amenizan las
fiestas del pueblo y quienes bailan son los propios habitantes y asistentes a
dichas celebraciones en forma colectiva y espontánea. En todo caso esta
representación corresponde a una recreación o inspiración, mas no es una
representación de la tradición y su antigüedad se remonta a menos de tres
décadas y en un contexto citadino.
Solo en el caso de la danza ritual llamada Imillani
las adolescentes aymaras (imillas), que son presentadas en sociedad, danzan con
su padre o pariente mayor y la edad promedio es de quince años. En ese sentido,
es un requisito que no se cumple en las agrupaciones metropolitanas, como
tampoco el danzar específicamente el imillani sino huaynos sikuri en general.
Mujeres desempeñándose como tañedoras del siku y danzarinas.
Sikuris Puneños
El mundo andino tiene la particularidad de
poseer carácter colectivo y, aunque la
modernidad se va imponiendo, la expresión sikuri se mantiene con esa
característica de trabajo en equipo.
El siku es un instrumento integrador, una unidad
formada por dos elementos fundamentales que son macho y hembra, una muestra de
que la complementariedad funciona. Ira
el que guía y Arka el que sigue, un matrimonio del cual fluye armonía y
musicalidad, uno sin el otro no lograrían producir una melodía completa.
Al interior de un grupo de sikuris tradicionales la
participación de la mujer no está en discusión, pues por tener esta expresión
musical un carácter ritual de culto a la pachamama, la cual es una deidad
femenina, es a él a quien corresponde rendirle tributo.
Con una cosmovisión tan ligada a lo ritual y lo
religioso, la vivencia del hombre andino dista mucho de la vivencia del
intérprete metropolitano. Cuando se afirma
que el carácter ritual del sikuri de campo está relacionado al culto de
la pachamama, tomaremos en cuenta que este modelo
se repite en los sikumorenos tradicionales. El
Centenario Conjunto de Sikuris del Barrio Mañazo, en donde se ha sincretizado
el culto a la pachamama por el de la adoración a la Virgen de La Candelaria , conserva la
costumbre ancestral del pago a la tierra que finaliza con el ritual llamado
wilancho, que, a su vez, es oficiado por un yatiri el jueves previo al día
central de dicha festividad para que todo sea propicio. En ese contexto ritual y siendo también una
deidad femenina el objeto de homenaje, la presencia de la mujer como músico
estuvo ausente hasta hace poco más de una década.
A diferencia de los sikuris de campo, en esta
expresión musical sí existe el complemento
de los danzarines o figuras, permanentemente. Ambos, figuras y músicos hacen
una unidad que se materializa en la
tradicional diablada puneña.
Todo este sustento ideológico del hombre andino,
practicado desde tiempos remotos,
justifica el que por años las mujeres no hayan participado como
ejecutantes del siku en el sikuri tradicional.
Siendo esta expresión algo mucho más compleja que
el hacer música y más relacionada a una práctica ceremonial, la mujer en este
contexto no ha tenido necesidad ni interés por practicarlo, pues estando esta
costumbre tan internalizada en ella, es decir, que el rol le correspondía al
hombre, simplemente lo obvió dedicándose a otras actividades.
En tiempos
actuales, toda esa tradición ha sido modificada en parte por el afán de los
sikuris no puneños o metropolitanos por aprender de los sikuris originales,
incluida la mujer. Cuando los sikuris limeños comienzan a investigar acerca del
repertorio y el estilo de determinadas agrupaciones puneñas, viajan y se
internan en ellas, algunos estrechan lazos afectivos, copian sus
características y finalmente pasan a integrarse en sus festividades.
En este contexto la participación de la mujer como
zampoñista en grupos puneños ahora está más difundida; en mi observación, son
las metropolitanas quienes han modificado un poco la costumbre y a partir de
ellas el interés de la mujer puneña ha
crecido y ahora son numerosas las que participan en las agrupaciones de
sikuris.
Sikuris Puneños Residentes en Lima
En el caso de las agrupaciones de sikuris puneños
en Lima, ellos han tomado como modelo las propias costumbres de sus pueblos, y
han reproducido en contextos más pequeños sus propias vivencias. Por lo tanto,
al conformar inicialmente sus tropas no integraron a la mujer como ejecutante y
al igual que en Puno la mujer tampoco vio nada extraño en ello, todo esto en un
marco netamente regional.
Una característica que los diferencia de los
sikuris metropolitanos es que ellos están unidos por lazos consanguíneos y
vínculos familiares. Los cambios surgen cuando se asimilan a la vida capitalina
y poco a poco sus actividades se entremezclan con la de los metropolitanos.
Desde que fueron migrando hacia Lima, a partir de
los años 40, y poco a poco agrupándose para tocar su música hasta la actualidad,
el cambio más notorio ha sido el añadir a sus tropas a ejecutantes de los
sikuris metropolitanos y a grupos de
bailarinas vestidas a la usanza de las jóvenes aymaras. Esto para no quedar a la saga en los diversos
concursos que se realizan en la capital.
Tomando como referencia al Centro Social Conima
podemos notar que el sikuri, al igual que en Puno, no se ejecuta siempre. Estos
residentes aymaras también tocan los pinkillos y tarkas acorde a su calendario
de festividades y la mujer está integrada en todas las actividades, pero no
necesariamente como ejecutante. Sin embargo, el Centro Social Conima no ha sido
la excepción y ha tenido la participación minoritaria de alguna invitada
metropolitana.
Conclusiones
La mujer en la historia ha atravesado muchas
dificultades para ser considerada como un individuo con opinión y capacidad
para ejercer actividades reservadas solo
para hombres, como la educación, el poder civil, y otros como ser
ejecutante del siku,etc. Estas, justificadas en lo religioso, en las diferencias
biológicas.
A ella
corresponde ir superando los obstáculos con eficiencia y responsabilidad.
Lograr un buen nivel técnico–musical, a la vez que una participación integral
al interior de la institución que representa.
La mujer sikuri de la comunidad metropolitana
también está inmersa en la construcción de la identidad de este movimiento, una
comunidad que ha tomado como inspiración el legado musical de los sikuris
quechuas y aymaras.
Si bien es cierto que el ritual es la manera como
una colectividad legitimiza su organización y a través de éste recuerda la
dinámica de su orden social y el rol de cada individuo, la realidad actual
mayoritaria ya no justifica el que la mujer no deba tocar y de ahí que el
hombre puneño lo ha asumido con más
naturalidad. En ese sentido, la comunidad de sikuris metropolitanos,
afortunadamente, ya viene asimilando y reconociendo de mejor forma la
participación y liderazgo de la mujer dentro de esta compleja y variada
expresión.
(*) Estudió Arqueología en la UNMSM. Fue integrante
del Elenco de Música (1997) y responsable de RRPP (2001) del Centro Universitario de Folklore de San
Marcos. Promotora cultural (2006) e integrante del Elenco de Danzas del Club
Departamental Puno (1995). Primera mujer zampoñista integrante del
Conjunto de Sikuris del Barrio Mañazo (2000) y primera mujer guía del CZSM
(2003).